La actual recesión económica es resultado de una hiperfinanciarización del desarrollo y de la economía global, la cuál ha sido promovida activamente por las instituciones financieras, incluso agregando condicionalidades asociadas a las medidas de austeridad, bloqueando la posibilidad de cualquier desarrollo real. Esta dinámica ha aumentado las desigualdades, incluidas las limitaciones estructurales de las mujeres y las personas en situación de pobreza para acceder a la financiación. También se magnifican los flujos especulativos, provocando un aumento de los riesgos financieros, la volatilidad de los mercados financieros y la escasez de liquidez, para lo cual los bancos centrales tuvieron que intervenir con miles de millones de dólares durante la pandemia actual.